Insomniac in BA

Hace unos 10 años (o un par más, pero hace casi una década que fue el golpe más fuerte), mi vida entró en un proceso de desmitificación de las zanahorias prefabricadas. Una por una fueron cayendo en momentos de revelación de que ésta tampoco es la zanahoria mágica que orientará mi vida, a la que pueda dedicar mis energias y me dará propósito.

La línea de tiempo fue más o menos así:

~2010: no es la facultad/vida académica. Un par de cursadas buenas dieron el contraste con todas las cursadas con malos contenidos, mal dados, mal evaluados. Las revisiones de bochazos injustificados, los trabajos grupales remados sola, con o sin lastre. Cierto acceso a las internas de la institución a través de ayudantías y amistades, reportes similares de otras casas de estudios, un trabajo pago exigente y con mucho aprendizaje, y adiós a la zanahoria académica. La facultad era una mentira.

2012: no es la pareja; tampoco es irse a vivir afuera, ni trabajar para una empresa glamorosa. Con planes de irme a vivir afuera en pareja, visualizando el futuro cayó la ficha de que no iba a poder sostener una relación sin diálogo real en otro país donde no iba a tener el soporte de la gente que ponía la oreja y me prestaba el hombro para llorar, y hacía que mi relación fuera posible. Se hizo evidente que una relación que depende de terceros para ser soportada no es algo que esté bien. Sumándose esto a un cachetazo sobrevivido pero muy fuerte en 2005, concluyo que a menos que se tenga mucha suerte y cuidado, las relaciones tienden a ser una mierda. La pareja era una mentira. Viajes de trabajo más experiencias ajenas muestran que algunas cosas son más sencillas o lindas o relucientes afuera, pero no necesariamente la propia vida. En otros países las oficinas también están llenas de forros y de boludos. Las empresas "famosas" se diferencian en la fama y no mucho más. La salvación en el exilio era una mentira.

~2014: tampoco es la familia. Descubro que mi familia es todo protocolo y deber de afecto por parentesco, nula sustancia. No tengo reales momentos de los que sentir añoranza. Sin complicidades, acompañamientos, enseñanzas, nada especial que recordar, que me haya nutrido, nada. Mis nostalgias son todas fabricadas de las ganas que tenía de tener una familia amorosa, de no saber qué era eso y adosarle a cualquier cosa los anhelos de emoción que tenía para ubicar en algún lado. Y son casi todas de lugares, porque no hubo conexiones. La familia era una mentira.

2016: no es el trabajo. Un equipo de trabajo decantado de 8 años de colaboración se quiebra por un abuso de confianza y cierto nivel de traición de un low-key psicópata entre sus miembros, y a lo que sobrevive lo remata una retirada de inversionistas. Mucho sudor y lágrimas, y los resultados son picos de estrés y tomadas de pelo. Satisfacciones de logros que no tienen mucho valor de mercado. Años de esforzarse por lograr lo mejor posible no dejan mucho. La carrera profesional es mentira.

De entonces a esta parte, las amistades que ayudaban con el peso de los malos trabajos y las malas parejas y acompañaban en las buenas, crecen, pero no son zanahoria. Las zanahorias son exclusivas y acaparadoras, la amistades son plurales y flexibles. El deporte hace un intento, y resulta un gran complemento pero una inefectiva zanahoria; nunca deja de ser hobby.

Y todavía, casi entrando a 2022, porque odio ser el centro me resisto a lo evidente de ser mi propia zanahoria. Yo. Y yo, que soy mi propósito y la mejor merecedora de todas mis energías, puedo tener una carrera, una pareja, una residencia y un trabajo en el extranjero, o lo que se me cante el culo y sea capaz de granjearme, y tomar lo bueno y dejar lo malo de cada cosa porque ninguna es tanto, ninguna es todo. Las cosas son lo que son, lo que es mentira es cualquier cosa externa como zanahoria.