Thursday, August 14, 2014

Despertarse un sábado a la mañana. La habitación está apenas fresca, como que se puede estar en bolas pero hay un calorcito reconfortante en taparse un poco con las sábanas. Por la ventana se ve que el cielo está de un celeste profundo, y está despejado, pero no entra brutal la luz del sol, está lindo.

Unos mimos, casi con fiaca, quedarse tirados en la cama mirando al techo, y a la ventana, y al techo, mirando a la nada y sintiendo distraídamente el contacto de la piel del otro, en una pierna apoyada sobre otra, en una mano en una panza.

Ni media palabra. También con fiaca, manotear algún aparato y poner música. Yo pondría Lorelai, de Fleet Foxes, empezaría por eso. Y pasar las canciones ahí, en paz, en nada, en esa contemplación del universo que desde mi ignorancia entiendo por zen, atendiendo sin juicio la melodía, el aire, el cielo azul, el cielorraso blanco, la piel tibia, las sábanas, el peso del propio cuerpo sobre el colchón.

Fleet Foxes - Lorelai

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